Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo:
"No tienen vino".
Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía".
Pero su madre dijo a los sirvientes:
"Hagan todo lo que él les diga".
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una.
Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde.
"Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron.
El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo
y le dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento".
Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea.
Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.
(San Juan 2,1-11)
Cuando las personas ignoran el origen de algo corren el riesgo de juzgar mal los hechos que Dios hace en sus vidas. O ni siquiera adjudicar a Dios lo que es de Dios. Y entonces piensan que las cosas ocurrieron por “suerte” o porque “el destino lo previó así” o por otras opciones mágicas o fortuitas. Y cuando la gente ignora el origen y además no se preocupa de averiguarlo, no le da la gloria merecida a quien fue el origen de la bendición recibida ni a quien, atento a nuestra necesidad, fue el motivador de la solución…
San Juan nos enseña, con Palabra de Dios, que Jesús fue el origen del milagro, pero el origen de la interseción fue María. Y como Dios permitió y además dejó como ejemplo perdurable este hecho de Caná (Pues su Palabra no pasará jamás) debemos creer que Dios, no cambiando nunca de parecer, continúa pensando y obrando de la misma manera. Por María, nos sigue Dios derramando Gracias y cambiando nuestra agua en vino.
“Es muy distinto decir que Dios no pueda, a decir que Dios no quiera conceder las gracias sin la intercesión de María. Con mucho gusto confieso que Dios es el manantial de todo bien y Señor absoluto de todas las gracias, y que María es una criatura que todo lo que tiene lo ha recibido por gracia de Dios. Pero ¿quién puede negar que es sumamente razonable y conveniente afirmar que Dios, para exaltar a esta maravillosa criatura que lo ha honrado y amado más que todas las demás juntas, y que el Señor, habiendo elegido a María por Madre de su Hijo y redentor de todos, quiere que todas las gracias que se han de conceder a los redimidos pasen y se distribuyan por las manos de María? Confieso que Jesucristo es el único mediador de justicia con todo derecho, que con sus méritos nos mereció la gracia y la salvación; pero afirmo que María es mediadora por gracia y que si todo lo que obtiene es por los méritos de Jesucristo, porque lo pide en nombre de él, es que las gracias que obtenemos todas las conseguimos por su intercesión.” (San Alfonso Maria de Ligorio)
No podemos, en esta semana que se inicia, olvidar las intenciones de la Iglesia por la unidad de los Cristianos. Por María y en María, Dios hará la ansiada unidad de los Cristianos.
Pero, como decía Juan Pablo II, “... la hostilidad de las fuerzas del mal es una oposición encubierta que, antes de afectar a los discípulos de Jesús, va contra su Madre”… por lo cual, muchos cristianos, oyendo a ciertos “predicadores”, dejaron de oir a María intercediendo por sus hijos. Y luego, habiendo dejado a los hijos sin su Madre, el enemigo ataca a sus hijos y los divide más aún … Yestos, al no tener en cuenta a la Mediadora de todas las Gracias, tampoco le dan la Gloria suficiente a su Hijo, el único Mediador entre Dios y los Hombres, sin Quien nada podemos y Quien quiso darnos todo por Ella.
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